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En el último número de la
revista Argumentos,
Martín Tanaka publica un ensayo en el que analiza la
explicación que da el
Informe Final
de la CVR a las causas del conflicto armado interno. La tesis del autor es que
tal discurso no llega a ser coherente, e incluso resultaría contradictorio en
sus diversos niveles. Además, agrega Tanaka, este sería uno de los motivos que
nos ayudaría a entender por qué el
Informe
se mantiene tan aislado políticamente y por qué las recomendaciones que propuso
no se han logrado implementar con éxito. Son tres las explicaciones
ambivalentes identificadas: (1) la voluntad de Sendero Luminoso de iniciar la
guerra, a contracorriente “del proceso de democratización” en el país; (2) la
existencia de brechas históricas de discriminación; y (3) la existencia de
procesos inacabados de modernización, que generaron frustración en las
expectativas de los pobladores.
La primera incoherencia a la que alude Tanaka se refiere a
cómo en principio el Informe se
concentra en una “explicación voluntarista” para luego hacer énfasis en las
condiciones sociales e históricas. Es decir, de un lado, se apelaría a la
decisión de sujetos que querían desarrollar la violencia, y de otro lado se
apelaría a la realidad objetiva, que por su gravedad habría colaborado con el
inicio de la guerra. Por ello, para el autor, Sendero aparece de acuerdo a dos
imágenes contradictorias: como los exclusivos iniciadores del conflicto y como
“expresión o consecuencia” de condiciones previas que llevaron a la violencia.
En torno a tal idea, Tanaka ubica una serie de
contradicciones que, a su juicio, resultan inadmisibles bajo un análisis
académico concienzudo: por un lado, la CVR dice que el surgimiento de la
violencia tomó por sorpresa al país; por otro, dice que ya existía el caldo de
cultivo de la guerra. Por un lado, afirma que los campesinos no habían roto con
el Estado peruano en tanto que le hacían demandas; por otro, que estaban
excluidos de él, por lo que apoyaron el proyecto senderista. Por un lado, se
sostiene que la prolongación del conflicto se debió a las malas decisiones
tomadas por los gobiernos de turno; por otro, que tal prolongación tiene que
ver con las brechas históricas existentes. A todo esto se adhiere que el argumento
de la modernización incompleta no sólo vuelve a presentarse como una
incoherencia con respecto a la explicación voluntarista, sino que además está
mal desarrollado, en tanto que nunca se deja claro si tal modernización fallida
abarcó espacios minoritarios o zonas amplias del país.
Concluye Tanaka que “en el IF de la CVR no existe una
explicación coherente que dé cuenta de las causas y dinámica del conflicto
armado interno, sino que ofrece tres argumentos claramente distinguibles de
manera contradictoria”. Este error no habría sido corregido porque “el
conocimiento actual de las causas y dinámicas del conflicto armado interno no
es todavía suficiente para poder optar por alguna de las tres explicaciones o
para armar una narrativa que de alguna manera las integre con un mínimo de
coherencia”.
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Este esfuerzo por darle al Informe Final una mirada profundamente crítica desde la academia es
sin dudas valioso, en tanto que se trata de una tarea que se ha ido postergando,
en parte porque el documento se convirtió en una herramienta política y en
parte porque resultó justo concentrarse, en primera instancia, en el escándalo
moral al que llevaban las revelaciones que allí se hacen sobre el proceso de
violencia. En tal sentido, debería ser fácil comprender que las objeciones que
presentaré a continuación al artículo de Tanaka no responden a una simple
voluntad por defender la tarea de la CVR. El Informe, en efecto, posee errores puntuales de interpretación que
merecen ser destacados. Considero, sin embargo, que el examen de Tanaka no da
con asuntos realmente problemáticos, no en la dimensión en que él pretende
presentarlos.
Un primer elemento confuso de su ensayo se encuentra en la
oposición hecha tan claramente entre la agencia de las personas y el
encadenamiento de las circunstancias en la realidad. En una medida
considerable, se desarrolla una discusión sobre dónde reside el origen de las
acciones violentas en el país: o en la voluntad de subversión, o en la
causalidad de la historia. Tanaka sostiene más de una vez que “el énfasis” del
discurso de la CVR debe estar situado en uno de los dos polos; ubicarlo en
ambos a la vez le resulta incongruente. Esta, sin dudas, es una idea
cuestionable. En efecto, ¿no resulta una convicción extendida en la
historiografía contemporánea que ni voluntad ni causalidad son categorías suficientes
para el examen de las circunstancias complejas del pasado? Si privilegiamos las
voluntades de los senderistas, nuestro análisis corre el riesgo de pensar a la
subversión como un hecho aislado de la realidad peruana. Si privilegiamos las
características del contexto, nos exponemos a obviar la particularidad y
complejidad de la identidad e ideología senderistas.
Tanaka, sin embargo, encuentra problemático que el Informe haga tres afirmaciones
contradictorias (desprendidas de las dos primeras explicaciones) en las que el
énfasis se pone en lugares distintos: primero, que la causa de la violencia
reside en la decisión del PCP-SL (énfasis en la voluntad); segundo, que tal
decisión se dio en contra del “proceso de democratización” de la sociedad
peruana (énfasis en las circunstancias); tercero, que existían, a inicios de la
década de 1980, brechas discriminatorias muy arraigadas en la comunidad
nacional (énfasis en las circunstancias). Se interpreta que si las dos primeras
afirmaciones son correctas, la tercera no puede serlo; o que si la primera y la
tercera son ciertas, la segunda no lo es.
Digamos primero que la segunda y tercera afirmaciones no
tienen por qué ser contradictorias. La presencia generalizada de la
discriminación puede ir y en efecto va de la mano con el funcionamiento de
instituciones y prácticas “democráticas”. No es momento de discutir si es
realmente democrática una organización política plagada de diversas formas de
discriminación; si este fuera el caso, entonces Tanaka se vería obligado a
argumentar en favor de la inexistencia contemporánea de procesos democráticos
en un país que ha hecho del racismo, la discriminación de género y otras formas
de desprecio parte de su habitual constitución. Pero además hay que decir que
la segunda y tercera afirmaciones no pueden ser contradictorias porque se
refieren a ámbitos distintos del análisis, aquellos que Tanaka, en su esfuerzo
por diferenciar notoriamente, termina confundiendo.
En efecto, cuando la CVR hace alusión al “proceso de
democratización” en la sociedad peruana no se refiere a las circunstancias
objetivas de la realidad, sino a la voluntad
de los ciudadanos peruanos. Por ello, la primera explicación que se identifica
(según la cual la decisión de SL va en contra de lo que ocurría en el país) es
perfectamente coherente en sí misma y con las demás explicaciones. Cito el
pasaje del Informe que el propio
Tanaka utiliza en su argumentación:
“el sentir
abrumadoramente mayoritario de millones de peruanos y peruanas que hacia fines
de la década de 1970 canalizaban sus
anhelos de transformación profunda de nuestra sociedad por otras vías,
principalmente a través de la proliferación de organizaciones sociales de todo
tipo (federaciones campesinas y sindicales, organizaciones barriales, de
mujeres, de pequeños y medianos empresarios); de movilizaciones sociales
fundamentalmente pacíficas; de la participación electoral que se mantuvo alta
desde que se reinstauró la democracia en 1980”. [cursivas son mías]
En este pasaje se detalla en qué consistió el “proceso de
democratización” de la sociedad peruana. De lo que se habla allí no es de
circunstancias objetivas de la realidad, sino del sentir de la mayoría de peruanos, de la disposición que el país
mostraba hacia la organización democrática a través de las elecciones generales
y la participación política de la sociedad. Por ello, la primera explicación
identificada por Tanaka está dedicada exclusivamente al tema de las voluntades que existían a inicios de la
guerra: la de violencia de parte de la subversión y la de democracia de parte
de la sociedad. La segunda explicación y la tercera no tratan ese tema, sino
que se dedican a lo que en efecto ocurría en la realidad del país, a las
circunstancias concretas sobre las que fueron tomadas decisiones.
Otra cuestión confusa en el texto de Tanaka es cómo se trata
la relación entre el origen de la
violencia y las razones de que se haya desarrollado
por tanto tiempo y con tanto alcance. Estos dos niveles merecen ser bien
diferenciados, no tanto para lograr una descripción fidedigna –objetiva– de lo que
ocurrió en la historia, sino más con propósitos analíticos.
En el examen que el autor hace de las tres explicaciones
presentadas por la CVR, la diferenciación entre los elementos correspondientes
a los orígenes de la guerra y aquellos
correspondientes a su desarrollo es
bastante ambigua. Esto le permite comparar las explicaciones como si todas se
refirieran al mismo fenómeno. Una lectura diferente –y a mi juicio más
detallada– permite comprender que la primera explicación (referida a la
voluntad de violencia senderista que se opuso a la voluntad de democracia de la
sociedad) alude exclusivamente a los
orígenes de la violencia, no a su desarrollo posterior. En efecto, el Informe es explícito para sostener que
la causa principal del conflicto fue
una decisión tomada por SL: esto quiere decir que, a pesar de la existencia de
condiciones desfavorables en el mundo social, económico y político del país, a
nadie más que a SL se le ocurrió, en ese momento, dar inicio a una lucha
armada.
Para justificar por qué la violencia duró y dolió tanto,
están las explicaciones segunda y tercera (que aluden a las brechas
discriminatorias y a la modernización incompleta). Tales elementos permitieron
que la decisión de SL encuentre –probablemente de forma inesperada para los
propios subversivos– caminos fructíferos por los que desarrollarse, por los que
adaptarse a nueva formas, en los que construir discursos persuasivos para la
población. Es evidente que la decisión de rebelarse no basta para lograr lo que
los senderistas lograron; así como es evidente que las circunstancias de la
realidad, que sumían a tantos peruanos en la exclusión desde hace varias
décadas, no fueron suficientes para determinar la posibilidad real de una
subversión.
Si separamos más claramente el análisis de los orígenes de
la violencia del de la expansión de la misma, considero que muchas de las
objeciones de Tanaka se revelan como poco convincentes. Por ejemplo, podremos
entender que resulta perfectamente coherente decir a la vez que la guerra tomó
por sorpresa al país (en tanto que la voluntad de violencia sólo le perteneció
a Sendero y fue ella la que dio origen
al fenómeno) y que existía un “caldo de cultivo” para la expansión de la
violencia (en tanto que tal decisión original se encontró con condiciones que
la convirtieron en algo más que una idea de minorías radicales).
Todas estas consideraciones van de la mano con la necesidad
de pensar a la identidad y acción campesinas como fuentes heterogéneas de
investigación. Si imaginamos al campesinado como un grupo uniforme y
predecible, resulta sencillo exigir de los resultados de nuestros análisis la
transparencia clasificatoria que no encuentra Tanaka en los exámenes de la CVR.
El Informe, en efecto, no se
caracteriza por la claridad de su organización temática, pero de ello no se
tendría que extraer que sus explicaciones son contradictorias por presentar a
diversos actores de la guerra en papeles diferentes a lo largo del tiempo. Esto
último parece sostenerse, por ejemplo, cuando se presenta como incoherentes dos
afirmaciones hechas por el Informe. Por
un lado, se dice allí que el senderismo ganó apoyo entre los campesinos; por
otro, sin embargo, se diría “exactamente lo contrario” según Tanaka: que la
subversión fue derrotada gracias a la acción del campesinado.
Por su puesto, tales afirmaciones, puestas una al lado de la
otra bajo una consideración lógica, son literalmente contradictorias. Pero
sorprende que el análisis de un hecho histórico tan complejo sea realizado bajo
estos términos. ¿No es evidente, acaso, que ambas afirmaciones son dichas por
la CVR en alusión a periodos, contextos y circunstancias diversas?, ¿no es
evidente que el campesinado se comportó de maneras distintas en diferentes
momentos de la guerra, ejerciendo su agencia con múltiples propósitos y en
condiciones extremadamente inestables? Piénsese en los casos de los distritos
de Huanca Sancos, como Sacsamarca o Lucanamarca. Una mirada sencilla de lo que
pasó allí nos permite sostener que el campesinado varío en sus compromisos con
la subversión. Si afirmamos de los pobladores que simpatizaron con el proyecto
senderista y que se rebelaron contra él, las dos ideas son estrictamente
verdaderas, pero en diferentes momentos históricos –y resulta ocioso recordar
que el Informe, a pesar de sus desaciertos
y desorganizaciones, va mucho más allá de las consideraciones generales y
detalla varios contextos específicos.
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Por ello, creo las opciones que da Tanaka a los problemas
que identifica no parecen, en ningún caso, viables. Hacia el final de su
artículo, afirma que es probable que no tengamos todavía las herramientas para
“optar por alguna de las tres explicaciones” o para “armar una narrativa que de
alguna manera las integre con un mínimo de coherencia”. La primera alternativa
resulta impensable en una consideración académica seria. Si tuviéramos
simplemente que elegir entre una de las explicaciones, no llegaríamos más que a
una versión simplificada y pobre de las causas del conflicto. La segunda
alternativa, el construir un nuevo discurso, sería a lo que apunta Tanaka. Pero
después de considerar –según su perspectiva– que no hay “un mínimo” coherencia
entre las tres explicaciones, pareciera imposible imaginar la posibilidad de
una nueva narrativa coherente y no contradictoria con tales elementos. Habría
que postular nuevas explicaciones (¿y reformular los fundamentos del discurso
de la CVR?, ¿o desecharlos?).
Existe un factor mencionado por el autor, acerca de su
análisis, que justifica la mirada crítica dada al Informe y del que se tendrían que extraer las conclusiones más
importantes (y, según creo, las realmente valiosas). Me refiero a insinuación
de que es por la presencia de incoherencias y contradicciones que el documento
de la CVR no ha logrado posicionarse a sí mismo como un elemento político
influyente en el país. Las recomendaciones mismas habrían heredado tales
defectos y se postulan de acuerdo a las “tres líneas argumentales”, lo que
provocaría que las propuestas no sean del todo congruentes y que apelen a los
apoyos de “sectores políticos muy diferentes”. Lo último es correcto; las
recomendaciones apelan a diferentes tipos de acción de parte de sectores
políticos y de la sociedad civil. Esto, sin embargo, no es sinónimo de
incoherencia. Si el discurso multivalente de la CVR exige medidas en diversos
niveles y atención de diferentes actores sociales, es porque el fenómeno del
que se habla abarca ámbitos múltiples de la realidad que no pueden ser
abordados de forma aislada ni con una estrategia homogénea. Lo que habría que
preguntarse aquí es en dónde deberían residir las decisiones políticas
concretas para que los diversos niveles de las recomendaciones avancen con más
seguridad. Lamentablemente, Tanaka no desarrolla el tema.
Sobre la situación aislada del Informe, es simple lo que hay que decir. Si una virtud tiene el
documento es su capacidad para encarar sinceramente las terribles decisiones
tomadas y acciones ejercidas por peruanos
contra peruanos: sean senderistas, campesinos no vinculados a ningún
proyecto político, campesinos simpatizantes o colaboradores, miembros de las
fuerzas oficiales, etc. En este sentido, se sacaron a la luz verdades que,
necesariamente, pesan sobre la propia identidad y tienden a ser excluidas,
combatidas o evitadas. Por ello no sorprende que el Informe haya sido aislado.
Entiéndase bien lo que quiero decir: no descarto el valor
académico del artículo de Tanaka, mucho menos la necesidad de leer el documento
de la CVR con mirada crítica. Creo, sin embargo, que el camino seguido por el
autor aquí examinado no es el más adecuado ni el más fructífero. Si algo se
tendría que hacer con las explicaciones que él identifica, es organizarlas de
una forma más sistemática, cosa que es perfectamente posible sin caer en
contradicciones. Esta tarea, a mi juicio, ya fue realizada en la obra de Carlos
Iván Degregori, a quien Tanaka recuerda sólo en una nota de pie de página, para
atribuirle la misma ambivalencia que encuentra en el Informe. Como dije antes, los errores que este tiene se encuentran
distribuidos de manera muy específica a lo largo de los 9 tomos, y en casi
todos los casos se trata de errores puntuales de interpretación que colaboran a
que diferentes posturas se apresuren a comprender mal la totalidad del
documento. Dar con estas equivocaciones es tarea de un examen minucioso que,
según creo, no afecta el conjunto general de los argumentos presentados por la
Comisión.